jueves, 21 de abril de 2011

Todos somos la excepción*

Un hecho de la vida es que casi todos nos creemos una excepción y no una regla. ¿A qué se debe este despliegue de orgullo por parte del animal más imperfecto y más alejado de la naturaleza que ha pisado la Tierra? No lo sé.
El punto es que yo creía lo mismo en muchos sentidos hasta que anoche tuve una gran revelación que, cual Saulo de Tarso, me tiró al suelo provocando que se me cayeran las escamas de los ojos.
Muy contento me dirigí al estadio Tecnológico, para ver a los Rayados, con la idea de que yo no participo de ese lavado de cerebro que se le hace a la gente de mi ciudad para que consuman cerveza, artículos deportivos que no utilizan, transmisiones de televisión de pago por evento, y otras tantas cosas que podemos pagar porque somos la raza trabajadora por excelencia.
Yo soy una excepción, ¿cierto? A mí me gusta el deporte, lo hago porque soy un verdadero aficionado, me gusta analizar la táctica de los partidos, me gusta más ir al estadio porque puedo ver cómo se paran los equipos, cómo se van realizando los cambios tácticos durante el encuentro, en fin, no soy un aficionado más de esos que sólo van a emborracharse y gritar (y brincar porque el que no brinque es tigre).
Pues bien. He aquí mi revelación. Estoy sentado en preferente, la segunda localidad más barata del estadio. Volteo a mi alrededor y está toda el área de preferente llena; general, lo más barato del estadio, abarrotado; especial, las áreas numeradas y no numeradas, lleno; numerado, con algunos huecos considerables; palcos, la localidad más cara del estadio, casi vacíos.
A ver, ¿cómo? ¿Por qué yo y los de la clase trabajadora estábamos ahí, pagando por ver, consumiendo cheve, refrescos, etc., mientras que los de las clases acomodadas están en otras partes, seguramente haciendo cosas maravillosas con sus maravillosas vidas? ¿Qué, están cerrando contratos millonarios para seguir explotándonos?
Pues bueno, así me sentí. Timado. Engañado por una industria que espera de mí precisamente lo que les doy. ¿Qué tanto somos capaces de ser libres, si hasta nuestro tiempo libre es algo impuesto? Ahí mi reflexión. Así, sin conclusiones, porque las conclusiones quizá ya fueron hechas pero yo todavía no las descubro (ya saben, por estar viendo el futbol y así).

*Los hechos aquí expresados pudieron haber sido exagerados, alterados, o cambiados de cualquier otra forma por parte del autor. Las opiniones, sin embargo, son auténticas aunque no valen nada.