viernes, 20 de mayo de 2011

Reflexiones sobre el fin del mundo

ANFITRIÓN.- ¡Oh hijo! Pues hijo mío eres, aun en la desgracia.
HERACLES.- ¿Es que me sucede algo lamentable y por esto lloras?
ANFITRIÓN.- Algo que hasta un dios que lo sufriera lloraría.

Monterrey, N.L. a 20 de mayo de 2011. Un día antes del fin del mundo, leía yo tranquilamente el "Heracles" de Eurípides, cuando me topé con esa sensacional frase que sirve de epígrafe para esta entrada.
Me hizo pensar en la cosmovisión del griego, y su estrecha relación tanto con la naturaleza como con los dioses. Irremediablemente en mi cabeza fueron surgiendo comparaciones - manía estúpida, provocada por esta maldita mente del diablo que no me deja descansar - entre aquel mundo y el nuestro.
Me vino a la memoria aquella famosa clasificación que hizo Comte de los tres "estados", y que aplican tanto para el individuo como para la sociedad en su conjunto. Los griegos estaban en una transición del estado teológico al estado metafísico, evolucionando, diría Comte, mientras que nosotros - oh la técnica, la bendita técnica - ya hemos pasado al estado científico.
Por ello vemos con desdén a ese mundo perdido, ese mundo en el que todas las cosas estaban relacionadas entre sí, ya sea con causas reales o imaginarias. Es decir, ¿cómo podían andar por la vida con esa cosmovisión de que la culpa no existe, de que un dios está detrás de todos los éxitos y los fracasos individuales? ¿No nos hizo Dios, ese Dios con D mayúscula porque es único, responsables de nuestros actos?
Imagínense, para los griegos era ridículo el concepto de un dios llorando por simples desgracias, tanto que para expresar un mal insoportable tenían que acudir a la imagen esa de "hasta un dios lloraría" para dar a entender la magnitud de la tragedia. Nosotros en cambio podemos imaginar a dios llorando sangre, cargando una cruz, muriendo ignominiosamente, pagando nuestros pecados. ¿No es señal de que somos un mundo infinitamente superior, que podamos imaginarnos a un dios esclavo pagando nuestras responsabilidades? Está clarísimo.
Definitivamente hay que criticarles eso a los griegos, tan crédulos ellos, tan religiosos con una pizca de metafísica en su religión. En cambio nosotros, los científicos, los avanzados, los que sabemos cosas, podemos estar orgullosos de habernos librado de toda mitología, de todo pensamiento absurdo, de toda causa imaginaria.
Qué bueno que me tocó vivir en esta época, tan libre de fantasmas y otras mitologías absurdas. Ah, y por cierto, esta es mi última entrada en el blog porque mañana Cristo regresa a la tierra para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Amén.
La polecía del karma abre temporada.

sábado, 7 de mayo de 2011

El imbécil que todos (los imbéciles) llevamos dentro

A mí que no me vengan con cuentos. El amor sí es una enfermedad mental. ¿De qué otra forma podría explicarse lo que hacemos en pos del amor?
¿O será que no es "el amor" lo que nos mueve a hacer esas cosas ridículas que a veces hacemos, esas cosas sin sentido que nos asaltan a los "enamorados", y en realidad son otros instintos los que nos mueven? Instintos más profundos, que están ahí listos para desencadenarse ante la menor provocación, ante el más mínimo atisbo de un pretexto? ¿Es el amor un gran pretexto para dejar salir al imbécil que todos llevamos dentro?
¡Ay! Tantas preguntas y tan pocos lugares para buscar las respuestas. ¿Existirá tal cosa, la respuesta? ¿O también es una de nuestras ilusiones? "Si hay pregunta, debe haber respuesta", es la lógica que utilizamos. Como si para todo sonido articulado debiéramos encontrar un objeto, una idea, algo que le corresponda. "¿Qué significará "aseñilikejague"?" ¿No es esto como una pregunta que no tiene respuesta? ¿No hay más sonidos sin significado que palabras? ¿No serán las "respuestas" una excepción, y no una regla?
¡Ay! Tantas preguntas. Si resultara que no hay respuestas, ¿no tendríamos que empezar a buscar en otro lado, y en última instancia, dejar de buscar?
Una cuestión más que debe ser investigada a fondo por La Polecía del Karma.