jueves, 25 de agosto de 2011

El miedo de vivir

Es muy reconfortante tener la sensación de control sobre las cosas. Esas ocasiones en las que uno siente que la dirección en la que apunte nuestro pulgar determinará la continuidad o la suspensión de una situación específica. Nos encanta ser los emperadores de nuestro destino.
A este sentimiento del control obedece nuestra tranquilidad. Cuando creemos que de nosotros mismos dependen las situaciones de nuestra vida, surge esa sensación de bienestar a la que llamamos "paz". Lo contrario de la paz no es la guerra, es la intranquilidad. Ocurre cuando no sabemos los factores de los que dependen nuestras situaciones. Tememos hasta de las sombras que se insinúan en las esquinas antes de doblarlas. Evitamos la más leve brisa por temor a que tras ella venga un vendaval incontrolable. He ahí el sentimiento clave: temor.
Cuando escucho a la gente decir "queremos paz", inmediatamente lo traduzco como un "ya no queremos tener miedo". Es precisamente este miedo a todo lo que caracteriza últimamente a mi ciudad, Monterrey, como a muchas otras ciudades de México.
El sábado pasado me ocurrió algo que en el momento me pareció sumamente ridículo. Me encontraba en la terraza de un bar frente a la Av. Eugenio Garza Sada cuando una motocicleta pasó a toda velocidad, y se escuchó una explosión del mofle de la misma. La gente, histérica porque asumió inmediatamente que se trataba de alguna explosión por arma de fuego o granada, se tiró al suelo. Dentro de la confusión, yo sabía que no había nada mal, pero no había forma de tranquilizar a las cerca de quince personas que no podían hacer otra cosa que estar en el suelo.
Al final, les ayudé a entrar al bar y cuando las cosas se tranquilizaron y todos se dieron cuenta que había sido solamente una motocicleta, volvieron a la terraza y siguieron con la velada como si nada hubiera ocurrido. Cuando todos estaban tranquilos me acerqué con algunos para preguntarles qué tanto se habían asustado, y la mayoría me dijo que en una escala del 1 al 10, su susto había sido del 8.
En ese momento yo pensaba que era una grandísima exageración asustarse tanto por nada.
Hoy me di cuenta que no fue el hecho mismo, ni el momento, ni la circunstancia específica la que les provocó ese nivel de miedo. Es la guerra que vivimos. Esa guerra incontrolable que nosotros no iniciamos, que nosotros no luchamos, y a la que nosotros no controlamos, pero en medio de la cual nos encontramos sin remedio. ¿Cómo puede haber tranquilidad y paz, si en cualquier momento llega una motocicleta a obligarnos a tirarnos al piso?
Lo que ocurrió en el Casino Royal es lo que todos tememos que nos ocurra. Hoy les tocó a ellos, por azares del destino, estar ahí. Mañana quizá nos pase a nosotros y no hay nada que podamos hacer para evitarlo, absolutamente nada. Podemos levantar la voz, quejarnos, pero toda esta situación realmente está fuera de nuestras manos.
No tenemos opción, lo de hoy para nosotros es vivir con miedo. Este karma debería alcanzarnos para pagar todas nuestras deudas.