jueves, 24 de noviembre de 2011

Los nombres y el karma


Por más ridículas que sean, ya no me sorprenden las noticias que escucho. Este mundo en el que vivimos se parece cada vez más a una caricatura, a un chiste. El último chascarrillo del que me enteré esta semana fue que el Congreso gringo aprobó una ley que considera que las pizzas son verduras.
Obviamente detrás de esta ley existen intereses (pues todo lo ridículo siempre obedece a intereses) pero no puedo dejar de pensar cómo es que hemos llegado a este punto en el que preferimos hacer las cosas rápido y mal que esforzarnos y hacerlas bien. Quizá siempre hemos estado en este punto.
La razón (si podemos llamarle así, aunque mejor cambiemos la palabra por "motivo", para evitar contradicciones), el motivo, quise decir, de tal barbaridad obedece a que hay otra ley que obliga a las escuelas a dar una ración de verduras en las comidas para los niños. La lógica es simple, rudimentaria y perfecta, "si a los niños hay que darles verduras, vamos a decir que la pizza es una verdura". Aristóteles estaría muy orgulloso.
Sin embargo esto de cambiar los nombres de las cosas para que parezcan razonables y bellas no es algo nuevo. Al sistema económico que nos imponen y nos esclaviza, por ejemplo, lo llamamos "libertad de mercado"; al sistema político ese que es un nido de ratas, gobernado por todos y por nadie, ineficaz para todos los "gobernados" pero extrañamente puntualísimo en pagos, primas, premios y demás incentivos para los "gobernantes", lo llamamos "democracia"; a la sed de castigar, discriminar, acusar, la llamamos "dios".
Acá en México, obviamente no nos gusta quedarnos atrás, y por ello recientemente y por decreto presidencial inauguramos el fin de semana del consumismo extremo, y desde luego le pusimos el bonito nombre de "el Buen Fin".
Cuídense, congresistas gringos, presidentes mexicanos, religiosos y demás magos de la palabra. La polecía del Karma anda buscando a los usurpadores de nombres.