miércoles, 20 de mayo de 2015

Perrennials

Ya ni a los perros los hacen como antes. En los buenos viejos tiempos, cuando todavía no nos hacía falta ver más bax, cuando los diálogos matones en las películas de Stallone, de Bruce Willis y de Schwarzenegger eran recalcitrante poesía, los perros aún se consideraban animales y se trataban como tales.
     Uno podía tener a su perro en el patio toda la vida, no sacarlo a pasear ni una vez y agarrarlo a zapes y patines cuando rompía cosas, y ellos sabían que ese era su lugar. Ay de aquel que osara desafiar al amo con una mordida porque ese iba directito a la perrera, a morder a las inmortales Valquirias en su camino al Valhalla de los Perritos.
     ¿Casitas? ¿Camitas? ¿Suetercitos? ¿Botitas? ¿Comida orgánica? ¡Nada! El perro se iba al patio y se echaba donde hubiera lugar; si llovía, se mojaba; si hacía frío, se acurrucaba; si tenía calor, se desparramaba; y las sobras de la comida eran suficiente alimento para tales bestias que se conformaban con la vida que les había tocado, porque así eran las cosas, porque no había posmodernillos correctitos que nos dijeran que todo está mal.
     Ahora no, ahora hasta los perros son millennials, son perrennials. Hay que tratarlos bien, tratarlos bonito; que no sufran nada, que estén mejor que nosotros; que tengan su casita para cuando se tengan que quedar en el patio, pero de preferencia que nunca se tengan que quedar en el patio; que tengan su camita o, mejor, que duerman en nuestra propia cama, con nosotros, como si los animales fuéramos nosotros; que sean los dueños de la casa, que destruyan a placer, que se caguen donde sea, porque pobrecitos, no hay que pegarles, ellos no tienen otra familia que nosotros, y mira sus ojitos, tan tiernos, tan humanos, tan frágiles, cómo van a ser bestias, cómo van a ser animales.
     No, no, ya no hacen a los perros como antes. Millennials los dueños, perrennials los animales.

viernes, 28 de junio de 2013

Las adas de Torreón [así, sin hache]


La gente de Torreón tiene la costumbre de ponerle un sufijo “-ada” a los sustantivos de los platillos cuando preparan ese platillo en grandes volúmenes. Así tenemos que si van a preparar muchas hamburguesas, el evento se llama “hamburguesada”; si muchos burritos, “burrada”; si muchos tortillones, “tortillonada”.
No sé, yo creo que sí pero hace falta una investigación lingüística rigurosa, si esto influye en la forma de hablar de los laguneros. Resulta que inventan palabras.
Pero no inventan cualquier palabra, es decir, no empiezan de pronto a llamar “tutulo” a lo que es una hamburguesa, ni “parnela” a lo que es un burrito, sino que tienen una forma determinada de inventarlas y por ello creo que el uso de ese sufijo específico influye en su forma específica de hacerlo.
A todo le quieren poner el sufijo “-ada”. Esta semana escuché “a este perro ya le toca su desparasitada” y “le hace falta una reparada” de dos personas distintas, en dos contextos distintos, hablando de dos cosas distintas, sin olvidar la indicación con pluma sobre una caja de pastillas que decía “contra la mormada”.
Las cuestiones del lenguaje son complejas e interesantes, hay que darles una repasada.

domingo, 17 de febrero de 2013

Mi beca FONCA


Había una vez un señor tuitero que tuvo a bien comprar su departamento y arreglarlo de forma bonita. Tras el éxito obtenido en dicho fin, tuvo a bien además hacer una reunión de bienvenida con puro tuitero bonito. Sin embargo, como nada es perfecto en la vida, entre los tuiteros bonitos me colé yo.
Apenas vi la estética del lugar, me dije a mí mismo "güey si no saco mi beca FONCA de aquí".
A continuación publico por primera vez las fotografías que fueron tomadas ese día, con la intención de un día alcanzar mi sueño de vivir del Estado. Ahí ustedes dirán:

El panorama tuistero

El tuister de cerca

El contexto

Comodidad

El fragmento

La vista

El proceso

El resultado

jueves, 13 de diciembre de 2012

Querido diario



A las ocho de la noche prendí el carbón para asar la carne, con los preparativos que eso implica [fui a Sam’s. Sí, a Sam’s, a pesar de que en esta época todos aprovechan para ir más de paseo que por necesidad y compran sus tonterías que no necesitan, y todo es risas y diversión hasta que llega enero y se dan cuenta de que hay que comer. {Jaime Muñoz me dio una vez por tuiter la mejor definición que tengo sobre la navidad: el gastadero de lo que no hay}]. Me tomé una cervecilla oscura alemana que compré por convivir, por aquella cuestión del calor que uno enfrenta al encender el carbón y pasarse un rato en la parrilla, asando la carne que disfrutarán los demás pero que sobre todo disfrutará uno mismo cuando se libre de las tareas del hombre-parrilla.
Fueron pasando las horas y la conversación tomó rumbos inesperados –nunca sabe uno qué rumbos pueden tomar las conversaciones si hay una abogada, dos psicólogas, una diseñadora gráfica y un flamante licenciado en filosofía en la conversación– y terminamos hablando sobre la inexistencia de la justicia y las mujeres influyentes de la historia como Leidi Di, Selena y Jenni Rivera.
El partido de futbol que yo esperaba ver era a las cuatro de la mañana pero cuando yo estaba terminando de escribir esta entrada para el blog eran apenas las tres y yo tenía un sueño que ya no podía [en parte por las cheves alemanas y en parte porque tengo un sueño acumulado de varios días gracias a mi trabajo que –ay, nanita– a veces me da más miedo que el mismísimo SAT] soportar.
En resumen: hice una carne asada y esperaba desvelarme pero me fui a dormir porque ya estoy viejo, ya no estoy para estos trotes y porque al rato van a hacerle a mi morra una operación de rutina que no por ser simple me tiene más tranquilo, y tenía que encontrar la forma de desahogarme, así que decidí venir con ustedes y pedirles cadenas de oración para que mi morra salga bien en su operación y para que a mí se me quite lo pendejo.

martes, 20 de noviembre de 2012

Que viva la revolución mexicana [y cualquier otro pretexto para no trabajar]

El humano es un animal de costumbres. Se nos da la oportunidad y convertimos cualquier novedad en rito, ceremonia, monotonía.
Basta con ver un calendario para darnos cuenta de que necesitamos tener la sensación de que las cosas son iguales una y otra vez, y que además no se nos dificulta para nada lograrlo. Aparte de celebrar el santoral, nuestra modernidad que tiene la consigna de la innovación a toda costa, se ha dedicado en los últimos años a ponerle nombre a todos los días (y, ¿por qué no soñar con ello?, días a todos los nombres).
Entran aquí toda clase de nombres para apretujarse en el modesto tablero de 365 casillas: "el día de la tolerancia", "el día internacional de la mujer", "el día mundial de la salud", y una interminable lista de etcéteras.
Todo esto no significa nada en absoluto. Hemos banalizado tanto los conceptos que ya ni siquiera sabemos a lo que nos referimos cuando los nombramos; pero esto no es exclusivo de los nombres porque hemos hecho lo mismo con los personajes históricos, con los representantes de la raza humana que antes se conocían como "héroes", con la historia misma.
"¿Qué es eso de la revolución mexicana?", sería una buena pregunta que ya ni siquiera se formula. Sí, claro, tenemos alguna noción vaga que le debemos a los excelentes programas de nuestra educación básica, pero en realidad nada importa, ni saber qué celebramos, ni celebrarlo realmente, porque si nos ponemos a investigar sobre el tema corremos el riesgo de desperdiciar esos días de asueto que nos dieron los señores con nombre de calle.
Aquí es donde estamos, inmersos en esta dinámica que le quita la sustancia a todo porque no tiene tiempo de nada, que trabaja, que marcha y cuya vida es marchar. Es un círculo vicioso que con una mano nos empuja al ciclo y con otra a veces hace como que nos salva. "Días de asueto", le llamamos al breve respiro que algunas veces nos podemos permitir.
El pretexto, como siempre ha pasado y como siempre pasará, es lo de menos.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cholula es otra cosa

Cuando uno escucha eso del "choque cultural" se imagina a un árabe, un judío y un gallego entrando a un bar, o algo por el estilo, estereotipos de culturas que son totalmente ajenas, que no comparten ni el lenguaje, ni las costumbres, ni las creencias; pero hay otra forma de choque cultural que uno apenas siente cuando viaja por las ciudades de su país, ciertas formas de hablar, ciertas costumbres que difieren un poco de aquellas que se tenían en el terruño, gestos apenas a la hora de hablar, y que se va haciendo más notorio cuando uno se queda a vivir en otra parte.
Ahora que estoy en Puebla me está dando eso del choque cultural en forma de desconcierto y confusión ante ciertas particularidades de esta gente que tiene otra cultura, otra visión del mundo, las cuales sinceramente no entiendo.
Cuando estuve en Torreón había de vez en cuando alguna cosilla que me causaba risa, o que me parecía curiosa, que desentonaba con lo que yo conocía de cómo son y deben ser las cosas. Toda mi infancia y adolescencia viví y conviví con gente de Monterrey y de Saltillo, ciudades que no difieren mucho en usos y costumbres, y Torreón no está muy lejos de aquellas dos.
Hay un famoso eslogan que utilizan en Saltillo para referirse a su ciudad, "Saltillo es otra cosa", dicen, pero a mí no me lo pareció. Ahora bien, Cholula, no sé ni por donde empezar, Cholula sí que es otra cosa.
Ya me iré adaptando, porque para eso está uno, para adaptarse y ajustarse y estrecharse y expandirse; para cambiar, pues, y acabarse en el camino. Pero por lo pronto estoy aquí, un norteño que no sabe pa' dónde queda el norte, perdido en esta ciudad, con esta gente, con esta cultura que desconozco por completo y que -virgencita plis- espero asimilar pronto.

domingo, 28 de octubre de 2012

La reliquia lagunera

En Torreón tienen esta costumbre primitiva que se trata de preparar asado de puerco y siete sopas distintas [batidas, según lo que he logrado conocer hasta el momento] en honor de algún santito, de alguna virgencita o del niñito Jesús, siempre con el fin de adular a la entidad divina de elección para que se digne conceder un milagrito.
Resulta además que el 28 de octubre es el día de "San Juditas", el santo de los milagros imposibles, y como era de esperarse en una ciudad contradicción como ésta [ciudad contradicción porque está en medio del desierto, sin agua, sin recursos naturales, ¡y así se dedica a producir leche!], los altares y las ofrendas de comida para este santo pululan por todos lados.
A esta tradición de adulación, asado de puerco y siete sopas, que además puede incluir la danza de matachines, se le llama "reliquia" y definitivamente es una de las cosas que no voy a extrañar de aquí cuando me vaya.