martes, 8 de febrero de 2011

El espectáculo debe continuar...

En una sociedad del culto a la imagen, como en la que vivimos actualmente, es de esperarse que las grandes decisiones se tomen con base en "quién está viendo". En todos los ámbitos de la vida pública, desde la artista que vende una imagen y empeña hasta las joyas de la abuela para no perderla, hasta el político carismático que promete ser la solución de todos los problemas sociales, de lo que se trata aquí es de vender a un personaje.
El término "personaje público" encaja perfectamente con la realidad de estos individuos "públicos" que no tienen derecho a ser auténticos mas que en aquello en lo que su propia opinión concuerde con lo que quieren vender, con la percepción que desean que el público (aquí el público se conforma de cientos, miles, millones de personas comunes y corrientes que desean "comprar" personajes) reciba de ellos.
Para seguir con el símil, cuando la obra representada tiene rating, cuando tiene éxito entre los espectadores, cuando a uno, diez, cien, dos millones de personas comunes y corrientes les agrada aquello que están pagando por ver, entonces se puede hablar de éxito. Nuevamente esto aplica para cualquier situación pública, tanto en mercadotecnia, como en el mundo del espectáculo, en los medios de comunicación, y por supuesto, en la madre de todos los espectáculos modernos, en la política.
¿Qué ocurre si a uno de los personajes, unilateralmente, y por simple capricho, sin causa, sin razón, decide cambiar el script y decir líneas que no le corresponden? Pues muy fácil, se le reprende, se le conmina a que se apegue a lo escrito, se le urge a no alterar la estética de un espectáculo armonioso y exitoso.
Se apela a mil nombres para dar peso a esta reprensión, como "sentido común", "leyes de buena convivencia", "tolerancia", "ética", etc.
El ejemplo más reciente y ya bastante sonado, el "fin de la relación contractual" entre Carmen Aristegui y MVS Radio por una supuesta "falta contra el código de ética" de la empresa por parte de la periodista.
Esto se traduce, en palabras simples, sin la jerga del business show, en "la señora traspasó un límite, se espera de ella esto, porque de la empresa para la que trabaja se espera esto; si ella hace lo otro y no esto, ella está mal, ella infringe nuestro código de ética, ella exhibe una falta de profesionalismo, ella es culpable y debe ser cesada del puesto del cual abusó".
Todas las conclusiones que puedan sacarse de esta tragicomedia representada por políticos, medios, periodistas y demás involucrados están de más. No hay que olvidar que todo es un show. Sólo quedan dos preguntas por hacer, y son dos preguntas que pierden su sentido en medio de tanto sinsentido, que pueden ser otra máscara de los personajes que hemos comprado, que pueden ser preguntas serias o el último de los chistes de la obra: "¿Qué pasaría si en realidad el script nunca fue cambiado, si en realidad todo fue planeado así para dar la ilusión de resistencia?"; y claro, "¿Qué tal si no hay script, y la verdad detrás de todo esto es que simplemente somos estúpidos?"
Los mejores detectives de la polecía del karma ya trabajan en el caso...

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