martes, 14 de febrero de 2012

¿Qué celebramos cuando decimos "amor"?

“¿Por qué no celebras el 14 de febrero?”, me preguntaron. Pues bien, la respuesta es sencilla y directa: no celebro eso que ustedes llaman “día del amor y la amistad” porque –¡ay, tragedia moderna generalizada!– el nombre no se corresponde con lo que representa.

Conste que no estoy “en contra” del amor porque, a fin de cuentas, ni siquiera sé a qué se refieren ustedes con eso. El concepto es bastante subjetivo y puede abarcar una infinidad de emociones que luego pretendemos resumir con ese nombre. Jamás voy a estar contra las pasiones, y el amor es, en definitiva, una de ellas.

Lo que no apoyo es la forma en que se pretende restringir a esa pasión, definirla en límites estrictos, establecer protocolos adecuados para su expresión, y sobre todo, estandarizarla con ciertos lineamientos para su correcto uso.

Esta idea de la estandarización no es exclusiva para las celebraciones, pues podemos verla en muchos ámbitos de la sociedad. En la educación, por ejemplo, tenemos las “competencias”; en la política, la “democracia”; en la industria, la “calidad de la producción en línea”. Siempre estándares, siempre todo igual.

El estándar para un “día del amor y la amistad” es simple, de tal forma que hasta el más humilde de los hijos de la virgencita de Guadalupe pueda seguirlo sin necesidad de esfuerzo: uno va a las tiendas, compra flores, compra chocolates, compra globos y es feliz porque tiene amor.

Por fin hemos logrado lo que nuestros ancestros soñaban, es decir, hemos convertido al “amor” en un producto. No sólo el 14 de febrero, pues el 10 de mayo, el 24 de diciembre, y así en todas las fechas “importantes” ocurre exactamente lo mismo.

Vivimos en un mundo limitado, en una sociedad de autómatas que nos programa hasta lo que debemos sentir, y eso es lo que celebramos todos los 14 de febrero, todos los 10 de mayo y todos los 24 de diciembre de nuestras vidas. Estamos representando un panegírico teatral para el estándar, para la norma, para la falta de individualidad.

Decía Marx que el hombre pleno, el hombre no alienado, podía permitirse cazar por la mañana, pescar por la tarde, arrear ganado por la noche y, en los tiempos libres, ser crítico de las ideas; todo esto sin necesidad de ser cazador, pescador, ganadero o crítico exclusivamente. Pues bien, me parece que el hombre de nuestras sociedades tiene una plenitud distinta, que nos caracteriza, nos define: nosotros somos felices comprando esferitas en diciembre, chocolates en febrero, juguetes en abril y dulces en octubre; ahí está lo que nos queda.

¡La polecía del karma desea un feliz “día del amor y la amistad” para todos! Un feliz día de la estandarización, la pérdida de la individualidad y las pasiones programadas.

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